jueves, 25 de diciembre de 2008

La confianza


La confianza, es una especie de fina punta de esperanza
cuando se tiene confianza, se tiene confianza
no se tiene apenas la idea, sino la certeza de que
algo bueno vendrá.


Y es esa confianza, la que da fuerzas a nuestras almas
y las hace progresar.


Por eso es que bajo esa confianza recuro a tí, porque en tí
encontré la confianza que jamás se ha oido decir, ni ver, ni encontrar.


Pues, ahora bien, entiéndelas y escúchalas porque
solo en tí, está la decisión de confianza o no.

Don Nadie.


Quizás los vientos de la noche traigan amarguras y penas
Sin un tanto decirlo, está viviendo una condena.
Condena que...

Por fin encuentra el día más felíz , y se que aún faltan muchas cosas por descubrir,

pero lo que si tiene bien claro, es que no se debe retroceder cuando halla una lombriz
pero no por eso deba ser un chico de mal vivir.


Este tal vez sea el chico de nadie, que alguna vez conoció a su padre,
si en el fondo no hubiera tenido madre, que hubiera sido de él ?
tal vez un Don nadie.

Y si tan solo pudiera retroceder el tiempo, me daria cuenta de lo tonto que fué,
hay cada momento que vivió que se sentía: solo, triste e infeliz.


Y fué por instante o tal vez un par de años, que...
conoció al amor de su vida, que fué interesante,
y esta terminó siendo solo una amante, triste y arrogante.

En estas lineas que escribe, respira, se deprime y dice:
Solo es Amado, Píndaro y Janus en los que se inspira,
que triste, solo, y adolorido termina su mente diciendo.....
soy un Don nadie.




martes, 14 de octubre de 2008

Convicción


Pensé que el mar y la tierra, eran bosque jos de aquella pintura que un hombre irradiaba sus emociones .

Sin querer y con el tiempo, empezó a darse cuenta de sus errores, luego fue creciendo, pero muchas cosas le fueron impidiendo, las cosas que con simpatía iba escribiendo.

Cuando llegaba los 20 ya no era el mismo, tal cual edad tenía iba aprendiendo más; tristezas, dolores, amarguras, alegrías y tantas emociones, de las cuales el tenía.

Ya casi por terminar de existir se iba arrepintiendo de muchas cosas de las cuales hizo, pero una voz potente le dijo:No tenéis miedo de caer en el infierno? y con pocas palabras el respondió: Mientras pasa la vida uno va aprendiendo cosas buenas y malas de las que uno va conociendo, claro que me gustaría estar casi eterno, pero en el fuego del infierno estaré ardiendo.

jueves, 18 de septiembre de 2008

El valor de la vida y los argumentos emocionales




Pregunta: Yo veo un gran confusión en el debate social sobre la defensa de la vida: por una parte el rechazo del terrorismo es cada vez más contundente y mayoritario. Por otra, si hablamos del aborto, entonces los defensores de la vida, se reducen a menos de la mitad. Y ya, si hablamos de casos como el del tetrapléjico gallego, Sampedro, entonces ya no encuentras a casi nadie que defienda la vida. En las discusiones que tenemos en clase, a veces me quedo sin argumentos. ¿Cómo deberíamos plantear este debate?

Respuesta: Desgraciadamente, en la mayoría de los casos, nuestra sociedad no defiende los valores en base a unos principios, sino por el impacto emocional que le producen los acontecimientos. Así ocurrió con el caso de ETA: hasta que no se vieron por televisión las imágenes de Hipercor -los cadáveres calcinados por el fuego y los cuerpos asfixiados- y las imágenes del atentado de Irene Villa -una joven que inútilmente intentaba incorporarse, sin ser consciente de que tenía los pies amputados- no se produjo una reacción social de rechazo al terrorismo. Posteriormente, la reacción tras el asesinato de Miguel Angel Blanco, terminó por decantar la opinión pública. ¿Y todos los anteriormente asesinados? ¿No tenían el mismo derecho a la vida?. En nuestra sociedad se ha llegado a rechazar el terrorismo, pero no ya por estimar la vida como un valor absoluto, sino por el impacto emocional que han provocado las imágenes.


Ese es el motivo que explica que a los "Jóvenes Pro-Vida" las cosas les vayan peor que a los de "Manos Limpias": en el caso del aborto no hay fotos ni videos. Mejor dicho, si que las hay, pero hasta el presente no se han difundido por los medios de comunicación. Por lo tanto, supuesto que la razón la tenemos de vacaciones, "ojos que no ven, corazón que no siente".
Con el tema de la eutanasia y el suicidio asistido, pasa lo mismo. Mientras que la sociedad española se escandalizaba al enterarse de que unos ciudadanos alemanes, miembros de una secta, habían estado a punto de suicidarse en Canarias, sin embargo, la misma opinión pública apoyaba mayoritariamente a Sampedro en su petición de suicidio asistido. Pero claro, volvemos a lo de siempre: en el caso del tetrapléjico existe una imagen dramática que provoca un impacto emocional, y con ello se pretende justificar el fin de la vida -¡imagínate toda una vida en una silla de ruedas!-, y en el caso de los miembros de la secta no hay tal cosa -¡todos ellos eran jóvenes y sanos!-.


Pero, ¿en qué quedamos?: ¿somos, o no, dueños de nuestra vida?. En caso afirmativo, ¿quién somos nosotros para impedirle a esos alemanes que se suiciden?. Y si no somos dueños de nuestra vida, entonces no podremos recurrir al suicidio en ninguna circunstancia; ni en base a que las creencias pseudoreligiosas digan que ha llegado la hora de partir para el otro mundo, ni siquiera porque no le encuentre sentido a una vida en silla de ruedas. Una cosa es que yo no le encuentre sentido a la vida, y otra muy distinta es que no lo tenga. Si hay vida, ¡algún sentido debe de tener!. Es más fácil ayudar a alguien a quitarse de en medio, que acompañarle y contribuir a que encuentre sentido a su vida. Es más fácil,.. ¡pero es inhumano!.
Por ello, aunque no "venda" mucho, el argumento principal en defensa de la vida es éste: la vida es un "absoluto". Es decir, es una de esas cosas que "nos han sido dadas", y que no está en nuestra mano ni el tenerla ni el dejar de tenerla. Mientras que la condena a la violencia no se sustente en este principio, la tolerancia y respeto por la vida de los demás, serán mucho más circunstanciales y frágiles de lo que nos suponemos.

martes, 6 de mayo de 2008

EL AMIGO PROFESIONAL


En uno de los viajes que suelo hacer cuando mi microeconomía me lo permite, me encontraba callejeando (uno de los grandes placeres que encuentro en los viajes) por el centro de la ciudad de Tegonbina; una de tantas ciudades pequeñas a las que los pueblos satélite de sus alrededores le han restado sus posibilidades de expansión.


En la zona del casco histórico (uno de los más hermosos que he conocido), entre murallas, centenarias iglesias cristianas, palacetes y mezquitas árabes; vi a una joven sentada en el portal de una casa de piedra de dos alturas. La joven, había conseguido captar mi atención en la distancia, sin darse cuenta, por el efecto provocado por los rayos del Sol sobre su cabello rojizo (la única parte visible de su cabeza, puesto que la tenía entre las piernas, mirando al suelo).
Andaba yo mirando las balconadas pobladas de plantas y flores vistosas, perdiéndome en pensamientos que me llevaban fuera de allí, muy lejos, a épocas antiguas en las que aquel mismo casco antiguo debía estar en plena actividad, en pleno apogeo y aquel primer reflejo rompió mi concentración. Continué caminando y tras un primer vistazo, no presté más atención de la necesaria a la muchacha… hasta que pasé junto a ella.

Un apagado sollozo me hizo entender que estaba llorando o acababa de terminar de llorar. Así que, como suelo hacer cuando veo a alguien triste o con problemas, paré y me interesé por su situación.
- Hola. Perdona mi impertinencia pero… ¿estás bien?
La chica de cabellera ensortijada pelirroja (ahora veía con claridad las distintas tonalidades de su pelo), levantó la cabeza sobresaltada, probablemente porque no había notado mi presencia hasta ese momento. Entonces pude ver su cara pecosa, sus irritados ojos azules, aún con rastros de lágrimas y su naricilla respingona.
- ¿Cómo? ¡Sniff!
- Que me ha parecido que llorabas y no he podido evitar acercarme para ver si te encontrabas bien.
- Sí, lloraba. Pero ya casi he terminado. Je, je. - Sonrió ligeramente para restarle importancia al asunto.
- ¿Estás segura de que ya casi has terminado? Lo digo porque me gustaría llorar un poco en este patio, pero no puedo esperar mucho tiempo, tengo algo de prisa.
- Ja, ja, ja, ja. - Esta vez, como había hecho en otras ocasiones, conseguí encontrar la frase exacta para arrancarle una sonrisa auténtica. Observé con gusto, durante unos instantes, la delicadeza de sus rasgos y la calidez que desprendía.
- Pués ahí vamos a tener un problema, porque este es mi patio preferido para llorar y hasta que no termine, tú tendrás que esperar. - Respodió ella.
- Se me ocurre algo mejor, a ver que te parece… Voy a tratar durante unos minutos, que continúes sonriendo, así que espero que no me lo pongas difícil, porque no soy muy bueno como payaso.
- Ja, ja, ja, ja. Pués yo creo que si que lo eres, has tardado poco en hacerme reir.
- No te creas, ha sido pura improvisación. Además, lo hago por mi propio interés, en cuanto consiga que dejes de llorar, tendré todo el patio para mí y podré llorar a gusto, sin que nadie me moleste.
- Así que no es más que eso, ¿verdad? Sólo quieres robarme mi patio. - Afirmó sin dejar de sonreir.
- Bueno, no, en realidad creo que hoy podré pasar sin llorar. No importa, guardaré todas mis lágrimas de hoy para otro día, así será un llanto más intenso y prolongado, y saborearé en condiciones tu patio, con tiempo, sin prisas.
Durante un momento, nos miramos los dos a los ojos, divertidos, pensando en la próxima frase, para que aquel encuentro no se acabara aún. Sin embargo, decidí (una vez rotas las barreras defensivas de la muchacha), atacar el problema que me ocupaba…
- Y ahora bien, retomemos la conversación, si se puede saber (y créeme que entendería que no quisieras contármelo), ¿qué es lo que le ha ocurrido a una chica tan risueña como tú para que estuvieras llorando tan desconsolada?
- Es que… verás, te agradezco tu intento, pero me cuesta mucho confiar en la gente.
- En ocasiones, hablar con un desconocido, nos resulta mucho más fácil que con la gente que nos rodea, porque no existe ninguna idea preconcebida, ni intención moralizante de por medio.
- Sí, la verdad es que si he de contárselo a alguien, sería a ti. Déjame que organice un momento la historia y te lo cuento.
- ¿Por cierto, cómo te llamas muchacha?¿Y a qué te dedicas?
- Vanesa, me llamo Vanesa. Trabajo en el ayuntamiento, soy administrativa. ¿Y tú?
- Yo me llamo Ramón y soy Amigo Profesional, te daría una tarjeta pero se me han acabado y no llevo ninguna encima.